HISTORIA DEL GATO BARBARROJA
Hace mucho tiempo, en el país de los Gatos, vivía Barbarroja, un gato que comía zanahorias y por eso tenía los bigotes anaranjados. Barbarroja solía invitar a sus amigos con jugo de zanahorias, pastel de zanahorias y hasta ¡fideos de zanahoria!
Todos probaban un poquito y después le decían: "Gracias, Barbarroja, pero prefiero comer pescado frito o ratón a la cacerola". Barbarroja se ponía furioso y gritaba: "¡Con lo bueno y amable que soy, y nadie acepta mis zanahorias! ¡Aquí no se valora la amistad!" Y así, se peleaba con los otros gatos. ¡Era el gato más malhumorado del País de los Gatos!
El brujo Fuá de Muá decidió darle una lección. Una noche, esculpió en la plaza una estatua de Barbarroja con gesto enojado. Por la mañana, los gatos comentaban:
_¡Pero si es Barbarroja cuando se enoja, miren!
Barbarroja se ofendió al ver la estatua, porque él pensaba que era un gato muy educado y muy, muy generoso. Entonces, lanzó un maullido montaraz y sucedió que la estatua comenzó a crecer y a crecer. Fuá de Muá, con aire muy tranquilo, le advirtió:
_Cuando más te enojes, más crecerá la estatua.
El Barbarroja de verdad estaba tan furioso, que la estatua no dejaba de crecer, y ya estaba más alta que los árboles.
_Obligar a otros gatos a comer zanahorias no es generosidad- le dijo Fuá de Muá
Finalmente, cuando la estatua ya andaba por las nubes, Barbarroja entendió:
_Es que, cuando rechazan las zanahorias, me parece que no me quieren -confesó en un ataque de sinceridad.
_Te queremos. ¡Lo que no queremos es comer zanahorias! -contestó Fuá de Muá.
Y como a Barbarroja se le estaba pasando el enojo, la estatua comenzó a desinflarse hasta que ¡piff...! no quedó nada. Y no quedó nada, porque Barbarroja ya no estaba enojado.
Y un día se casó con una gata que sólo comía apio, y los dos fueron felices, comiendo cada uno lo más le gustaba.
Generosidad es, también, aceptar los gustos de los demás. Pues, sobre gustos... no hay nada escrito.
Es un cuento muy impactante por su reflexión. Muy amables.
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